Crónicas para alucinar
El editor de la revista Carrusel de la Casa Editorial El Tiempo, presenta sus mejores crónicas, en su nuevo libro titulado Alucinación o barbarie. Habló con Tinta Negra sobre el género periodístico y el proceso de creación de sus piezas. Este es nuestro recomendado.
Julián Isaza es comunicador social y periodista egresado de la Universidad Javeriana y realizó una maestría en Escrituras Creativas en la Universidad Nacional de Colombia; no es la primera vez que saca un libro, en el 2010 publicó Ondas expansivas con la editorial argentina El fin de la noche. Hoy su firma sale nuevamente a relucir con Alucinación o barbarie, un libro que aglomera las mejores 15 crónicas de su autoría, la mayoría de ellas publicadas en la revista Carrusel. El periodista que ha apoyado distintas publicaciones en medios como Cromos, Shock, Cambio, Don Juan y el diario El Tiempo, ha recibido por su nuevo libro publicado de la mano de Ediciones B, elogios de parte del reconocido Alberto Salcedo Ramos, quien en la contraportada afirma que Isaza es “uno de los sucesos más felices de nuestro periodismo narrativo de los últimos años”. Isaza, ganador del premio internacional de periodismo Rey de España, en la categoría Don Quijote (2009) y nominado en el 2014 a los premios de la Sociedad Interamericana de Prensa, le contó a Tinta Negra sobre el proceso de creación de esta obra que está disponible en las principales librerías del país.
¿Por qué el nombre de su nuevo libro es Alucinación o barbarie?
El libro consta de 15 crónicas periodísticas, es periodismo narrativo y tiene ese nombre porque las historias que están allí recorren el país. Es un libro que refleja la cultura popular, desde los aspectos más dolorosos de nuestro conflicto interno, pasando por personajes pintorescos y divertidos. Ahí se encuentran las historias de personajes como el doctor Rock, o un perfil sobre Jairo Pinilla, un director de cine de películas de terror y de ciencia ficción, con un éxito relativo en los 70, pero que pese a la calidad escasa de sus películas, sus filmes terminaron siendo más humorísticos que de terror. Son ese tipo de personajes alucinantes, un poco locos y rebeldes, los que muestran ese carácter divertido del colombiano. Al mismo tiempo, en el libro también vas a encontrar crónicas como Donde los santos naufragan, una crónica en la que se cuenta cómo las víctimas de la violencia de nuestro país, esas que descuartizaban y bajaban por el río Magdalena a la altura de Puerto Berrío (Antioquia), llegaban a manos de los pobladores que los sacaban y los enterraban para luego darles un carácter de santos populares. El libro es eso, una mirada tanto a lo alucinante del país como a lo bárbaro.
Sabemos que este nuevo libro contiene 15 crónicas, ¿cómo las seleccionó?
Seleccioné los textos por su calidad narrativa. Son los trabajos que mejor he logrado y los que, de alguna manera, dibujan la carrera; el camino que he transitado. La crónica más vieja tiene 8 años se llama El hombre que fue pez y es sobre Kapax, la más nueva fue publicada hace seis meses. El libro está unido bajo el criterio de su calidad narrativa pero también a un criterio mío, que consiste en la fascinación por la cultura popular. En ese sentido, el libro es una amalgama, está sólido y tiene un centro claro en todas las historias.
De estas crónicas, ¿cuál es la que más le llama la atención?
De estas 15 historias todas me parecen poderosas porque tienen algo que mostrar, ya veremos qué opinan los lectores. Sin embargo, para destacar una, Atlas es Chocoano; no es necesariamente la crónica que más me gusta, pero es la que más satisfacciones me ha reportado, con esa crónica gané el premio de periodismo Rey de España en el 2009 y ése es el reconocimiento más importante de Iberoamérica. La historia cuenta cómo un grupo de personas se convierten en un medio de transporte, porque los habitantes de la Serranía del Baudó no tienen carretera, y el camino es tan empinado que ni los animales pasan. Entonces algunos de ellos se ponen una silleta y atraviesan la selva con mercados, electrodomésticos y gente. La crónica cuenta la historia de estos personajes y cómo es ese recorrido desde el Río Baudó hasta Piepató; es una escena que yo creo que el mundo no la ve desde el siglo XIX en África, pero que en Colombia sigue viva.
¿Qué debe tener una buen crónica y cuál es su estrategia para tener tanto éxito al momento de escribir una?
Una buena crónica debe tener varias cosas; todas con la misma importancia. Primero, lo básico es una buena investigación. El periodista que la haga debe consultar muchas fuentes, leer anteriormente del tema, y estar muy empapado. Cuando uno habla con mayor cantidad de gente logra un efecto que es la polifonía; muchas voces contando varios aspectos de esa historia. Dos, el tema. No todo es cronicable, no todo es susceptible en convertirse en una buena historia y en eso juega mucho el criterio del periodista; el olfato. Tres, una escritura juiciosa una escritura metódica. La persona que quiere escribir una buena crónica tiene que dar por descontado que debe pasar horas y horas frente al computador, escribiendo y borrando lo que acaba de escribir, es decir, requiere paciencia y es un enfrentamiento con la silla y las teclas; eso puede durar semanas. Lo que me parece fundamental, es que cualquier persona que quiera escribir periodismo narrativo lea, que tenga riqueza en su léxico, imágenes, referencias, que se acerque a la historia dispuesto a cambiar sus hipótesis iniciales y dejándose sorprender.
¿Existe un elemento en común entre los textos, diferente al hecho de ser crónicas?
Sí. Como lo decía antes, a mí me atraen mucho las expresiones populares, cómo los colombianos elegimos a nuestros héroes y quiénes son. Por eso en el libro encuentras a personajes como Totó La Momposina, Dago García o la Tigresa del Oriente, que es peruana pero está incluida en el libro porque más allá de las críticas y las burlas, ella como los demás personajes, son seres humanos que explican nuestra condición cultural. Como periodista hago un zoom en una historia pequeña, con la intención de velar por la condición humana; esa es la gran unidad de Alucinación o Barbarie.
Recientemente usted publicó una crónica sobre Carolina, una mujer dedicada a diseñar los atuendos de las prostitutas en el barrio Santa Fe, ¿cómo surgió la idea de hablar sobre este personaje y por qué esa crónica no entró a hacer parte de Alucinación o Barbarie?
Bueno la idea ya la tenía desde hace rato, incluso yo quería hacer esa historia desde hace cuatro años. Alguna vez me fui para el barrio Santa Fe con una amiga fotógrafa con el fin de encontrarla. Sabíamos que había alguien que confeccionaba la ropa a las prostitutas, de hecho hay varias personas que lo hacen, pero ese día no tuvimos suerte, nadie nos quiso contar nada, estaba difícil, porque de todas maneras es un mundo donde hay mafias y mandamases. Luego, a principios de año, otro amigo fotógrafo, Héctor Fabio Zamora, que es el autor de las fotos que acompañan el texto, me dijo que había encontrado una historia y casualmente era eso. Él ya había tomado algunas fotos y tenía una persona que era una modista del barrio; una de las principales. Cuando me dijo eso, para mí fue una alegría tremenda. Se me abrieron los ojos y la hicimos, ahí empezó. Yo quería hablar sobre la vanidad de un mundo que está ligado a la vanidad, pero también quería hacer énfasis en que todo lo sexual es cuerpo y piel. La historia cuenta tanto la vestida como la desvestida, responde a los interrogantes como; ¿qué es la ropa para estas mujeres? y, ¿quién la hace? Cuando me encontré ésa historia, el personaje principal me ofreció más, era una mujer que había sido prostituta, que entiende lo que buscan sus clientas, que conoce el mercado. La crónica aborda el tema de la moda y a partir de allí se desprenden diferentes aspectos de la condición de los seres humanos. El texto no pudo entrar en Alucinación o barbarie porque para ese momento el libro ya estaba terminado, pero esta crónica me habría encantado meterla.
Alberto Salcedo Ramos ha dicho que usted “es uno de los sucesos más felices de nuestro periodismo narrativo en los últimos años”, ¿qué opinión tiene al respecto?
Alberto es un grande de Colombia, un grande de América Latina, porque en la lista son tres: Juan Villoro, Leila Guerriero y Alberto Salcedo. De ahí para allá seguimos una cantidad de personas que quisiéramos emularlos en algún momento, ellos son los enormes, nuestros superhé- roes de la crónica. Entonces cuando una persona de esa talla, de ese calibre dice eso, uno se emociona hasta los huesos.
¿Qué consejo les podría dar a los estudiantes de periodismo que quieren dedicarse a escribir crónicas?
El primero es que lean, no lean solamente periodismo narrativo, lean literatura. Yo creo que uno aprende a contar a partir de lo que le cuentan. Lo segundo es que si le encuentran gusto al género y si les apasiona, mi consejo es que le apuesten. Es mentira todo eso que generalmente dicen los periodistas viejos que no hay medios para publicar, que para qué estudiaron periodismo, a mí me parece terrible. Yo he estado en conversatorios con otros periodistas mayores y me parece espantoso como desaniman a los estudiantes, es un horror que digan que ya no se puede hacer periodismo narrativo cuando ahora es cuando más se puede hacer periodismo narrativo, con más libertad y donde hay más espacios. Es cierto que no pagan tanto dinero, pero si uno lo hace bien, seguramente puede ganar buen billete, eso depende del periodista. Toca creerse el cuento, asumirlo con juicio y apostarle.