El son de la isla
Sus manos se mueven entre las cuerdas de la guitarra como un par de arañas en una red; tejen música. Entonces los sonidos tradicionales de la isla de Providencia suenan. Cada uno de sus espigados y curvos dedos le arrancan al instrumento notas de reggae, calipso o mentó y de repente los asistentes de un bar en el Caribe o en Bogotá comienzan a bailar. Elkin Robinson hipnotiza con su música, hace mover las calacas y permanece sentado. Toca simultáneamente un stompbox con su pie derecho y comienza a entonar Sweet Mento con su particular tono de voz; algo ronco. Robinson es el actual embajador musical de la isla que lo vio nacer y cada una de las fibras de su cuerpo se dilatan y se contraen cuando le da por cantar, enciende el escenario con pura energía y puede dejar hasta las uñas incrustadas en las cuerdas de la guitarra. Conocido por canciones como Come’ Round, Creole Vibration, Raise the day, Hyman the fisherman y Revolution time, todas ellas inspiradas en Providencia y compuestas en tres días, y es que Robinson ha comenzado a formar un nombre dentro de la industria musical, luego que de su EP, Come’ Round, surgiera gracias al apoyo de la Fundación Llorona Records y el Ministerio Nacional de Cultura. Influencias de góspel, reggae, mento, polka o calypso surgen con naturalidad en sus temas, porque, al fin y al cabo, en San Andrés y Providencia corre aún entre las venas de sus cantautores el impacto de las expresiones culturales africanas de los esclavos que atravesaron el Mar Caribe a timón de rueda de barcos ingleses. Entonces, no ha de ser raro que la música de Providencia traiga consigo las vibraciones de la tinaja (que hace las veces de bajo), el craqueo de la quijada de caballo, las maracas y la melodía de la guitarra, ese instrumento que Robinson siempre sostiene con sus piernas y contra su pecho, el mismo que le enseñó a tocar su padre en las noches en las que se iba la luz en Providencia.
¿Cómo eran esos encuentros de músicos cuando se iba la luz en Providencia?
Esos encuentros para mí siempre han sido familiares. Mi papá es guitarrista y yo empecé en el coro de la iglesia a los seis años con mi hermana. Cuando no había luz, como hacia tanto calor, nos íbamos a la terraza y tocábamos. Mi mamá hacía el soprano, mi papá el bajo y yo el tenor. Desde niño siempre tuve la facilidad de hacer primeras voces, segundas voces y armonizar. Por eso, cuando llegué a estudiar a Bogotá, ya sabía muchas cosas que hacía a oído. Después la luz llegó en 1975.
Musicalmente usted siempre se ha formado para ser productor musical, ¿cree que por asumir esa responsabilidad con la música de la isla ha dejado de lado el deseo de seguir su carrera inicial?
Mi objetivo nunca ha sido ser un cantante, mi meta es ser productor. Pero cuando estaba en Barcelona comencé a componer un montón y hubo un momento en que todo eso tenía que ser escuchado por la gente. Alguien que cantara reggae era difícil de encontrar, entonces fue así que empezó Elkin “El cantante.” Hace mucho tiempo pude haber sido productor, pero yo pienso que hay que mantener los pies en la tierra y a diario pasa eso. Uno sacrifica lo propio por lo de los demás y termina dedicando más tiempo a otras cosas. Pero no se puede ser egoísta, el día en que yo me fui de Providencia hice promesas, les dije que iba a volver para hacer con ellos muchas cosas. Lo mismo pasó cuando decidí marcharme de Barcelona, hice promesas de regresar. Con algunas personas hay una amistad que nos permite hacer un pequeño camino. Yo soy de aquellos que hace las cosas completas, no a medias y para eso hay que moverse. La idea con I’labash es tener un proceso. Yo ya he dicho adiós, no voy a estar ahí toda la vida. Cuando las cosas estén funcionando bien con ellos y en Barcelona con Zouké Root, habré dejado mi huella. La libertad es algo que se gana.
¿Quién le enseñó eso?
Es el espíritu de Providencia. Para saber cómo es la isla hay que pensar en nuestros ancestros, ellos eran gente muy respetuosa, muy religiosa. Providencia siempre ha sido una familia que tiene las puertas abiertas y esa es la idea de la canción Come Round; es una invitación. No es ser un santo, se trata de compartir y eso es la música, la música no es para competir es para compartir, lo más importante es la sencillez. Alguna vez un profesor me decía: primero sencillez, segundo sencillez, tercero sencillez.
El destacado productor musical Richard Blair lo comparó a usted con Bob Marley cuando lanzó la canción Redemption song, ¿qué piensa usted de semejante elogio?
Me sorprende. Quizá mi única similitud con él es la intención de cambiar el mundo, lograr cosas positivas con la música.
¿Cómo cree usted que se puede seguir siendo ese músico sencillo con el prestigio que trae el hecho de cambiar el mundo?
El prestigio puede llegar, pero uno no lo busca. Yo soy una persona despistada, vivo en mi realidad y así como los demás músicos que me acompañan, soy humilde y no sé estar entre músicos que no lo son. Lo único que busco con mi trabajo es respeto. Recuerdo que una vez estaba tocando en Francia y un señor que estaba en la calle se detuvo unos cinco minutos en la puerta, me vio tocar. Luego entró al lugar y comenzó a cantar y bailar. Cuando terminó el concierto se acercó para darme las gracias. Había tenido una semana difícil y dijo que le había arreglado el día. A mí no me gusta cuando alguien escucha mi música y cree que yo soy más que eso. Lo que debe ser famoso es lo que yo hago, no lo que soy, eso es lo que viaja por el mundo; la música.
Lo nominaron a los premios Shock 2014 y con su EP se llevó el galardón a mejor disco del año en los premios Enai 2014, ¿qué opinión le merece esto?
Son reconocimientos a la música de mucha gente, no solo a la mía. Aunque no trabajo para ganar premios, estos son un incentivo para seguir adelante porque uno se da cuenta de que hay gente que está pendiente de lo que haces, que lo valora, lo respeta y recibe con cariño.
Usted salió ganador de la residencia Old Providence Sound Setters, un proyecto que promueve el talento musical de la isla a través de sonidos musicales que representen la identidad cultural, si el próximo año sale Sound Setters II, ¿el proyecto estaría basado en lo mismo?
La idea es que el Ministerio de Cultura apoye nuevamente a Llorona Records para que salga de ahí un ganador, un talento diferente de la isla. Si esto sucediera yo entraría a ser parte del equipo de producción del proyecto. Ojalá llegue a ser un producto que represente la cultura de la isla, que nos identifique.
Para comercializar la música de la isla, ¿puede ser una barrera cantar en inglés?
Nosotros tenemos que pasar por Colombia para llegar afuera y si queremos ganar un Grammy latino no podemos porque una persona que canta en inglés no clasifica. Entonces hay incoherencias; es como estar en una pecera que está dentro del mar. Sin embargo, como el creole es nuestra lengua materna, la idea es lograr llegar a los países angloamericanos y obviamente a los amantes de la música en inglés en el interior de Colombia. En la canción Creo Vibration hablo de ambos idiomas porque el hecho de que alguien hable en español no quiere decir que no vaya a hablar en inglés o viceversa.
Los jóvenes de hoy en día están expuestos a géneros más nuevos, ¿cómo lograr que la cultura musical tradicional de Providencia no se pierda entre estos?
Cuando la música se toca y se escucha se vive de maneras distintas. Anteriormente, en la isla, todo el mundo era músico porque no había electricidad. Entonces si había una fiesta se turnaban para tocar y para bailar; por eso, en la isla hay muchos músicos. Lo que hacemos nosotros para mantener las tradiciones es salir a la calle, hacer un jam e intentar crear la necesidad mental en los chicos de querer aprender a tocar.
¿Qué es lo más difícil de vivir en Providencia?
El Providencia la vida hay que inventársela; y lo más difícil es cuando no se sabe qué inventar.