Un trabajo sucio
Limpiar la mierda de otros es un trabajo y son pocas las personas capaces de dejar a un lado su asco por la necesidad. Día a día existen hombres que se enfrentan con pala y agua ante montañas de excremento y a olores putrefactos para limpiar baños portátiles. Esta es una de las tantas historias.
Luis Fernando Vanegas tiene uno de los peores trabajos de Colombia. Mientras centenares de personas disfrutan del concierto de Black Sabbath, quien hace su última presentación en Bogotá, Fernando es uno de los hombres arriesgados que limpian los baños portátiles del concierto. Como un caballero de edad media tiene su armadura, con guantes de goma hasta los codos, botas y manguera, se acerca a uno de los retretes con el apoyo de su equipo de aseo portátil y mucho desinfectante. Hoy Fernando está dispuesto a asear cada uno de los baños y mientras trabaja dice que cuando le toca ir a este tipo de conciertos no es tan pesado. “Hay muchas baterías de baños y de diferentes empresas, entonces las personas pueden elegir entre varios de ellos para entrar a hacer sus necesidades. De todas maneras la gente no suele defecar mucho en las pocas horas que dura el concierto”, asegura. Luis Fernando Vanegas es uno de los 35 trabajadores de Bañomovil, que entre las heces, busca un sustento para él y su familia. Con overall azul oscuro, gorro y máscara como la que utiliza la policía de antimotines, se dispone a limpiar y desinfectar los baños. Vanegas es uno de los mejores trabajadores de esta empresa y llega a limpiar hasta quince baños al día.
El manejo del desinfectante, la manguera y el cepillo se han convertido en su mejor herramienta al igual que para un periodista un esfero, un papel y su memoria. Para Fernando comenzar en este trabajo no era difícil, porque durante su infancia y en compañía de su hermana menor limpiaban las marraneras de la casa de su padrino en Pácora, (Caldas). Pero con el paso del tiempo, en su actual trabajo, asegura que prefiere limpiar mil veces el excremento de los cerdos que el de los humanos, porque para él son más sucias las personas que utilizan estos baños que el mismo animal. Entonces, cuenta que muchas de estas baterías también son ubicadas en zonas rurales, terrenos destinados a la agricultura, a la ganadería o dispuestas para el uso de viajeros o campesinos, y reitera, “prefiero que sean los animales los que las utilicen y evitarme más desagrado hacia la humanidad”.
Y aún así, parece no ser extraño su sentimiento, pues confiesa cómo a diario se sorprende con tantos desechos, pues para él resulta difícil entender cómo pueden existir personas que se atreven a utilizar este tipo de baños cuando están realmente sucios. “Puede que a la gente le ganen sus necesidades y tengan que entrar a estos retretes, pero esto no amerita que deban dejarlos tan asquerosos”, dice.
La sorpresa
Estas cabinas diseñadas para deshacerse de retorcijones estomacales o de dolores de vejiga no siempre son lavadas en la zona en la que se encuentran. Un camión recoge 10 baterías al día y las despacha en la bodega de Bañomovil, ubicada en la localidad de Engativá, cerca al Río Bogotá. Entonces, Fernando comienza a recordar una historia en particular. Se trataba de un baño, nada extraordinario por fuera, verde aguamarina como todos los demás, pero una Caja de Pandora por dentro. “El baño estaba al tope si es que se podría identificar un límite”, dice Luis Fernando, quien no podía creer cómo el ser humano era capaz de llenar con excrementos un retrete hasta el borde de la cisterna. “Prefirieron colocar cartones para poder seguir defecando en él. En vez de solicitar un cambio de baño ellos optaban por formar capas de desechos, eran desechos sobre desechos, todos divididos por cartones” y entonces aquel fue uno de los tantos días en los que Luis Fernando quiso renunciar, pero no lo hizo. “En mi trabajo nos cuidan mucho en cuestiones de salud, tenemos controles médicos cada tres meses para verificar que estemos sanos”, asegura Vanegas, un hombre para quien la higiene es indispensable y quien está en contacto de lunes a viernes con miles de gérmenes, pero al que Bañomovil intenta proteger asegurándose de que salga de ahí rumbo a su casa completamente limpio, poniendo a su disposición duchas a vapor, jabón antibacterial y shampoo, y desinfectando a diario su dotación para proteger el bienestar de él y el de sus compañeros. “Es que nos deben cuidar porque conseguir trabajadores para este oficio no es fácil”, cuenta Fernando, quien no se equivoca en lo absoluto si consideramos a la gente que no es capaz de recoger los excrementos de su mascota en el parque, aquellos que no pueden cambiar un pañal o quienes aseguran no hacerlo ni por un millón de dólares. Y lo que algunos no harían ni por unos cuantos verdes, Luis Fernando lo hace por un millón y medio de pesos colombianos más comisiones de treinta y cinco mil pesos por baño adicional que limpia.
Y es irónico, pues de la labor más sucia que pudiera existir surge el dinero ganado de la manera más limpia. Dinero con el que, Luis Fernando, un hombre de 25 años de edad, ha logrado sacar a su familia adelante; una hermana menor que cursa noveno grado y a un padre que por cuestiones de salud lleva dos años y medio sin poder trabajar. “Luchito es un duro, ni yo limpiaría tanto cómo lo hace él. Es un pelado que mantiene a su hermana y a su papá, es de admirar. Acá en el trabajo lo estimamos mucho, porque él nunca dice que ‘no’ cuando le pedimos ayuda para terminar de limpiar un baño. Es una lástima que una persona tan joven colaboradora e inteligente, se encuentre acá trabajando y sin poder estudiar”, dice Gabriel Echavarria, uno de sus compañeros más cercanos en Bañomovil. Desde hace 2 años Fernando no estudia. Abandonó su carrera en Comunicación Social y Periodismo para lavar baños portátiles y aún así, como si fuera una suerte de Karma, Fernando sigue empuñando la manguera y el desinfectante con la certeza de que después de tanta mierda vista y lavada volverá a la universidad para terminar de estudiar su carrera. Dejará los cepillos por los lápices, y después de haber pasado horas parado lanzando chorros de agua, se sentará a escribir para importantes medios.
Entonces, una vez alguien hace cuclillas y mucho equilibrio para no sentarse en un baño público portátil en un concierto, un festival, un lugar de trabajo, no faltan los otros que sin ningún pudor se sientan, orinan o defecan por fuera.
Son creencias, nunca se sabe qué sucede adentro, ni quien lo hace, pero así como existen baños portátiles bastante limpios, otros que son promedio, y algunos en los que parece que no entraran personas sino “bestias”, entre tanta variedad de retretes, para Luis Fernando casi todas las baterías son lo mismo, “aunque no sea de mi agrado ya uno termina acostumbrándose a limpiar los desechos de otros, y bien o mal este trabajo me ha servido para a ayudar a mantener mi casa”, afirma. Ya estando en las bodegas de Bañomovil, después de un arduo día de trabajo, Fernando dice que “muchas personas se quejan en sus casas por tener que asear sus baños, pero yo me pongo a pensar ‘¿qué tal si tuvieran que hacer el trabajo que yo hago?’ Yo quisiera que algún día las personas que dejan los baños en el estado en el que llegan acá sepan lo que nos toca a nosotros, así tal vez entiendan que esos baños llegan limpios para el servicio gracias a nosotros”.