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Vive rápido, muere joven


Jello Biafra, vocalista de Dead Kennedys, dijo alguna vez que "El punk debe morir, para que pueda renacer" . Rescatamos la memoria de Darby Crash y The Germs, para probar que el Punk está más vivo que nunca.


¿Qué debe hacer un prolífico vocalista de punk rock para ser recordado? La respuesta es simple: no tiene que hacer absolutamente nada. Jan Paul Beahm (Darby Crash) lo sabía, y lo sabía muy bien; cuando hundió la aguja de aquella jeringa llena hasta el tope con una dosis letal de heroína.Ya está, seré una leyenda y harán una estatua de mí. Pero algo impensable e impredecible, salió mal para Crash.

SoCal Punk, baja California. Las nuevas bandas se arremolinan en torno a paisajes urbanos y se impregnan del olor a cemento y el cálido ambiente de la costa oeste, el cual acompaña apropiadamente al sonido de sus neuronas inflamadas, y el agudo aullido de sus guitarras eléctricas marca el inicio de una nueva era de música contrahegemónica. Platillos ruidosos, ritmos frenéticos y letras brutales son producidos en improvisados escenarios con sudor y sangre en una soleada tarde californiana; para luego ser distribuidos por círculos underground entre los jóvenes de la zona local.


Garage era el género musical que representaba la máxima expresión juvenil, compuesta por múltiples generaciones atrapadas entre décadas de guerra; The Germs fueron parte de esta oleada de música impertinente, sus acordes agresivos surgieron en las agitadas costas del Pacífico, más específicamente en Los Ángeles, año 1977. La agrupación original tenía a Darby Crash en micrófono, Pat Smear en guitarra principal, Lorna Doom en el bajo y Dottie Danger como baterista. Por suerte, eran cercanos a la consagrada leyenda del rock, Joan Jett, “Abuela del Punk”. Jett sería la productora de su único álbum de estudio, titulado GI (Germs Incognito).


Crash tuvo una infancia difícil, con una madre abusiva y un padre desaparecido, decidió refugiarse en libros y letras, letras y libros. Carismático e intelectual, se obsesionó con corrientes de pensamiento muy variadas, que incluían a Nietzsche, Hitler, David Bowie y Charles Manson; coyunturas, contradicciones y palabras. Creía en el poder de las letras para doblar el universo a su voluntad. Su obsesión mesiánica y su facilidad para influenciar a los que le rodeaban, permitió que se formara un pseudo culto en su instituto, University High School, integrado por outcasts o marginados escolares. Esa comitiva lo seguía ciegamente y cumplían sus deseos cual si fueran órdenes. Lavado de cerebros y comportamiento antisocial, fueron las razones por las cuales luego fue expulsado junto a su amigo Pat Smear. De ahí surgió el deseo de Crash hacer una banda y convertirse en leyenda del punk.

Antes de The Germs

Sophistifuck and the Revlon Spam Queens, fue el nombre que escogieron para su banda, pero no tenían suficiente dinero para estamparlo en una camiseta, de allí lo cambiaron por The Germs, cuyo impacto y sencillez fueron suficientes para cautivar los intereses de la banda.


Por aquella época se podían ver en las calles de Los Ángeles curiosos anuncios de “se busca”, creados por un amateur, solicitando la colaboración de dos chicas sin talento, que no pudieran tocar sus instrumentos. Respondiendo a este llamado llegaron Lorna y Dottie Danger (Belinda Carlisle). Por desgracia, Dottie no logró tocar con la banda debido a una mononucleosis que terminó en la unidad de cuidados intensivos; pero luego alcanzaría la fama por su cuenta como vocalista de The Go-Go’s.

Pat Smear era el único que sabía tocar un instrumento, sus acordes no eran armoniosos, pero eran expertos; al fin y al cabo, nada en el punk requiere armonía. Antes de que “Darby Crash” se convirtiera en el apodo predilecto de Jan Beahm, se denominó a sí mismo Bobby Pyn, sobrenombre que reemplazaría posteriormente por uno más fuerte y amenazante, Darby Crash. Por eso, y con la intención de hacerlo público, lo anunció en su canción Circle One. Darby Crash, Darby choque, Darby estrépito, Darby estruendo; caótico y trepidante, ajustado perfectamente a su personalidad y a lo que luego caracterizaría sus presentaciones en vivo.

Primeros pasos sobre el escenario

Su primera presentación en vivo tuvo lugar en el Orpheum Theater, en donde sin ninguna suerte de preparación, sin canciones y sin alguna semblanza de música, Crash puso en el micrófono un frasco de mantequilla de maní, marca Peanut Butter & Co., cubrió su cuerpo con regaliz rojo y cantó hacia cualquier lado, menos hacia el micrófono. Luego de cinco minutos de voces agudas e irreverentes, guitarras veloces y estruendosos platillos, los dueños del establecimiento los sacaron del escenario a la fuerza. Los que estaban allí seguían hipnotizados por tal muestra de acidez rockanrolera.


Los gritos de la peculiar audiencia eran ensordecedores, un joven de rostro irreconocible vomitaba una mixtura de cerveza y LSD, manchando sus botas de cuero y la craquelada superficie de un pequeño palco que hacía las veces de tarima, en un pequeño club underground de LA. Crash se arrastraba en el improvisado escenario, esforzándose por cantar Manimal, con la cabeza llena de heroína y el cuerpo lleno de marcador permanente “I came into this world. As a puzzled panther. Waiting to be caged. But something stood in the way”.


Tales exhibiciones de desenfreno punk atrajeron la atención de cuerpos del LAPD (Los Angeles Police Department); sus actos en vivo eran sudor, sangre, psicoactivos y punk rock. Algunos locales incluso recibieron visitas del SWAT. En cierta medida, las drogas y el alcohol no eran simples objetos de fascinación para acompañar cada presentación, Crash los usaba para mantenerse con vida; botellas de vidrio se quebraban bajo la presión de su cráneo, su carismática voz incitaba a los asistentes a peleas de comida y, en general, sus presentaciones terminaban en amotinamientos.


La adicción empeoró. 1980 marcó el final de The Germs como banda. Crash resolvió visitar la añorada Gran Bretaña, donde se enamoró del grupo Adam and The Ants y adoptó el look que luego se volvería estandarte de la cultura punk. Regresó a LA con un mohawk (corte de cabello más conocido como cresta) y con unos kilos de más, y además de eso, con el deseo de formar una nueva agrupación, The Darby Crash Band. Efímera, como todo lo que representaba el punk, la banda se disolvió poco después.

Starwood, Hollywood occidental. The Germs se reunieron una vez más en diciembre 3 de 1980. El club Starwood estaba a reventar, lleno de fans ansiosos por ver una vez más a Darby y a sus gérmenes, esta vez acompañados por Don Bolles en la batería. Una actuación sería la más recordada por aquellos que presenciaron a Los Gérmenes aquel miércoles.


Diciembre 7, 1980; cuatro días después de la mejor presentación de Crash y su banda, en un mugroso garaje de Mid-Wilshire, California; acompañado por una de sus musas, Casey Hopkins, ¿su intención? Ponerle fin a sus vidas con un hotshot de heroína. Tenía agua y una cuchara, escribió una nota que rezaba “Mi vida, mi cuero, mi amor le pertenece a Bosco” refiriéndose a uno de los bajistas que lo acompañaron en el corto sueño de The Germs. Inyectó primero a Casey, sosteniéndola levemente por la espalda, y luego se inyectó a sí mismo, “espera un minuto”. Selló los labios de Casey con un beso. “Bueno, adiós”, dijo.


23 Horas después, en Nueva York, Mark David Chapman asestaba con seis tiros mortales la humanidad de John Lennon. La primera plana de todos los periódicos se llenó con la misma noticia, “John Lennon shot dead” Inmediatamente Darby Crash pasó al olvido sin imaginarlo, pues uno de sus deseos consistía en ser recordado. Adquirió el estatus de leyenda del punk mucho tiempo después de la mano de documentales, libros y álbumes que los incansables fans de The Germs crearon para rescatarle en la memoria. Aunque no fuera la estatua que Crash deseara en aquel verano Californiano de 1977, no es mal legado para una carrera de tan breve duración.

Algo salió mal, algo impensable, impredecible. Crash estaba a punto de alcanzar su estatus de leyenda. Pero nadie, en ninguna otra dimensión cercana o lejana, se imaginó que se suicidaría a pocas horas del deceso de Lennon. Si algo nos queda de sus tiempos rápidos y su corta vida, es que es mejor no suicidarse el mismo día en que maten a John Lennon.



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