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Vivir para danzar


Foto:Richie Pimpones

Natalia Escudero de 20 años es estudiante de Comunicación social y Periodismo en la Universidad Javeriana, vive en el barrio Normandía en Bogotá y es practicante de ballet. Su sueño es ser bailarina profesional y para ello entrena en la academia OPRA DE BALLET situada cerca al barrio Modelia. Está dispuesta a sacrificar todo por su sueño, incluso su comida favorita.


5:15 A.M., Natalia se despierta para su clase de 7:00 A.M. en la universidad, alista su ropa, se hace una coleta, desayuna fruta, un pan integral agua y sale.


Tiene 20 años, le encanta practicar ballet, y este más que ser un hobbie es su pasión. Tiene un rostro muy menudo y delicado y un cuerpo delgado y ligero. Todos los días antes de irse a la universidad, se pesa en una báscula eléctrica que le regalaron sus papás, hoy la pesa indica 53 kilos, respira profundo porque está segura de que no ha subido ni un gramo de peso. Su riguroso maestro de ballet David Rojas se lo exige. Natalia tiene miedo de ganar gramos, pues si lo hace puede ser expulsada de la academia y ya está en el límite.


Hacer lo que le apasiona supone más esfuerzo del que quisiera. Tras seis horas de una dura jornada universitaria sale de clase a la academia, se come un maní y un yogurt. Lo único que desea con ansias es ponerse su tutú para comenzar a hacer un Tendu o un Jete, que son básicamente los nombres que reciben dos de los movimientos más populares en el ballet y que por estos días intenta perfeccionar, pero estos ejercicios no solo le han costado dolores físicos y dedicación, para Natalia “en todas las esferas de la vida tenemos puntos clave que seguro serán más difíciles y molestos, pero, estoy convencida de que siempre debemos tener el placer de todo. La única manera de triunfar es hacerlo con placer”. Impaciente, espera el bus que la lleva a la academia pues no quiere llegar tarde.


A ella no le importa poner en peligro su salud. Su pasión y la búsqueda de prestigio hacen que se olvide de los peligros que corre al obligar a su cuerpo a una extrema práctica de ejercicio junto con una mala alimentación. O así lo aseguró la experta en nutrición Lina Cano y un estudio realizado en el famoso teatro milanés La Scala dónde se denuncia que “el ballet es una de las disciplinas que más induce a las mujeres a llegar a los estados de anorexia o bulimia.”


Un buen cuerpo resulta indispensable, flexibilidad en la espalda, elasticidad en las piernas, delicadeza, coordinación, son elementos fundamentales, no importa si el bailarín no está dotado de condiciones excepcionales, debe contar con suficiente fuerza de voluntad, afán de superación, perfeccionismo, autoestima, constancia y un maestro.


David Rojas es profesor de ballet y tiene 43 años, se dedica a practicar y a enseñar desde los diecinueve años, de hecho es difícil imaginar su edad con un cuerpo tan juvenil y atlético, pues, todavía conserva la gracia de hace 24 años. Es alguien muy simpático y agradable, pero, sus cualidades no le quitan lo exigente y lo duro que es con sus estudiantes.


Natalia, Kelly y Paola son las mayores del grupo, llevan un cuarto de su vida con las zapatillas puestas. Kelly es la mejor amiga de Natalia y entre las dos mantienen una rivalidad por su peso, la primera pesa 49, la segunda con 53 kilos se siente gorda, éste complejo lo lleva desde su infancia. Pero se agravó a la hora de empezar a danzar, pues, todo el tiempo su profesor la llamaba “gorda”, solo por tener unos kilos de más a diferencia de sus otras compañeras que pesan entre 47 y 50 kilos.

David, su profesor está de acuerdo con la nutrición y las prácticas de ejercicio que llevan sus alumnas, dice que son necesarias para adquirir la flexibilidad y la agilidad que requieren para moverse en el escenario. Ellas no pueden arriesgarse a subir de peso ya que esto dificultará las cosas, y asegura que una mujer con un peso alto estéticamente se ve “mal” para esta pasión.


Sebastián Zamora, ex-estudiante de Incolballet en Cali y del Royal Ballet de Londres, practica ballet desde los once años y dice que hay días donde ni el Dolex sirve para calmar los dolores físicos. Además, que la gente que quiere entrar y permanecer en este bello mundo, debe o tiene que hacer sacrificios cómo privarse de comer su postre favorito, o dedicar menos tiempo a cosas extracurriculares como una escapadita con amigos, y en el camino, acostumbrarse a la dieta conejo de “agua y lechuga”.


Para Natalia todos estos sacrificios valen la pena, pues los realiza por alcanzar su sueño, uno que quiere cumplir sin importar los problemas de salud, las posibles dificultades psicológicas que se tenga como repercusión, o las horas y horas que pasa entrenando sin parar. Al fin y al cabo, como dice un famoso coreógrafo “La gente que baila es feliz, y hoy en día ser feliz es muy difícil”.

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