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Osuna : un periodista que no se quema



A propósito del lanzamiento del libro “Les di la mano y se tomaron la piel” que reúne una serie de historias de niños y jóvenes excombatientes y víctimas que crecieron en el marco de la violencia en Colombia, Tinta Negra, se dio a la tarea de hacer un perfil sobre Javier Osuna, un hombre apasionado por el periodismo, que hoy por hoy, al lado de la Fundación Fahrenheit 451, ha logrado ejercer esta labor dándole voz a las minorías a través de diversos proyectos y a través de su pluma, una pluma a la que ni el fuego ha logrado acallar.

La clase de historia estaba por empezar. Ese día, la televisión se encontraba encendida y el VHS conectado. Los pupitres estaban alineados, las miradas y las mentes atentas, como rindiendo una especie de culto a lo que el profesor Vicente, o “Chente” como le llamaban, pretendía decir a través de la pantalla. Sin esperarlo, el televisor comenzó a sonar. Sus imágenes, en blanco y negro, formaban lo que parecía ser un documental. Entre la labor de camarógrafo y entrevistador, se narraban los hechos violentos ocurridos en el otoño de 1973 en Chile.

El documental, “La batalla de Chile”. Su director y voz en off, Patricio Guzmán. El escenario, las elecciones parlamentarias. Minuto a minuto la pieza audiovisual avanzaba, y de entrevista en entrevista se hacía evidente la intención periodística de Leonardo Henrichsen, que, sin saberlo, tomaba el pulso a un Chile separado por las nociones de la ultraderecha y la izquierda tildada casi siempre de marxista.

Una escena llamaba la atención. Los militares irrumpían en Santiago de Chile con jeeps, tanquetas, municiones y muchos hombres; la ciudad estaba sitiada. El periodista argentino, Leonardo Henrichsen, hacía tomas a un auto militar que aparcaba de manera estrepitosa de donde salían varios hombres armados hasta los dientes, que en su afán por tomar a la ciudad, abrían fuego de manera indiscriminada. Henrichsen es asesinado en el lugar de los hechos.

En medio del drama del momento, uno de estos tantos estudiantes de los de “Chente”, comenzaba a indagarse sobre lo que acaba de ver. En medio de su proceso, una de las preguntas que más perforaba su cabeza lo interpeló, y como si se tratase de una revelación, esas que se dan poco, se preguntó “¿Qué lleva a un hombre a sacrificar la vida por la pasión del deber en su profesión?”. El nombre de aquel muchacho, que entre preguntas intentaba entender sus dudas, era Javier Osuna. Un pelado que para la fecha ya demostraba una pasión por la lectura, la escritura y la clase de historia que Chente, en una pedagogía progresista, construía día tras día con el fin de abonar el pensamiento y el criterio en sus alumnos.

Sin saberlo, como siempre en la vida suele ocurrir, gracias a esas imágenes armadas cuidadosamente por un chileno, con el corazón herido y el alma en pena, dio cuenta de lo que en su patria se vivió. El mensaje llegaría a donde se encontraba un Javier que en grado once y con expectativas sobre el futuro, ad portas de un momento trascendental en su existencia, terminaría por enfilarse hacia lo que sería, en palabras de su amigo Sergio Gama, “su interés vital”: el periodismo.

“Recuerdo que lo conocí en los grupos juveniles del colegio Calasanz, ambos estudiamos allá. Si la memoria no me falla, entré en noveno a esa vaina y, si seguía en el proceso, cuando uno llegaba a once se convertía en asesor de esos pelaos que en noveno entraban, y allí fue que quedé de asesor de Javier”, es lo que Sergio comenta mientras se hace con imágenes para recordar el día en que él, y aquel delgado muchacho, se hicieron entrañables amigos.

Sus amigos, al pensar en él, afirman que Javier es un hombre de carácter terco y hasta rebelde, no del que se subleva, sino más bien de uno aguerrido y perseverante que en esencia es un motor que ayuda a impulsar sus metas y objetivos, incluso si las circunstancias se vuelven adversas.

Para el caso de Javier y sus hermanos, la educación en casa tuvo su lugar en los libros. Una opción, que, gracias a sus padres y a diferencia de sus hermanos, marcaría en él una personalidad meticulosa, paciente y enfocada en la mirada estética tanto de los objetos como de las situaciones.” Nos criamos en un hogar de clase media, en el que a pesar de los inconvenientes que llegasen a ocurrir, dejar de leer jamás fue una opción”, cuenta Osuna.


Por otro lado, en el escenario colombiano, la guerra interna ha labrado en contra de los periodistas una sádica campaña de silencio forzado, traducida en amenazas, intimidaciones o con la misma muerte. Los grupos armados y los sectores sociales que los patrocinan hacen compleja la existencia y la labor de estos seres que con su ingenio y pasión, sólo buscan la equidad entre las gentes. Son muchos los casos de periodistas que se exilian fuera de estas tierras y muchos más, en los que ni las medidas de protección, eso suponiendo que las tuvieran, fueron eficaces para lograr salvaguardar esa existencia. ¿Pues quién, fuera de Leonardo Henrichsen, estaría dispuesto a arriesgar el pellejo por la profesión? Al parecer, sólo alguien con pasión y lo suficientemente terco como para enfrentarse a un sistema en el que se cree que con la muerte se borra a los sujetos.


La universidad

Fue la universidad de la Sabana la elegida por Javier como centro para inspirar sus metas. Fue esta y no otra, por ser la única que para el momento hacía énfasis en la escritura para prensa. Ya estando allí, en primer semestre entabló lazos con quién sería su amigo, compañero y apoyo, Mauricio Díaz.

Su relación, que se dio de forma peculiar entre el compañerismo de las cafeterías y los restaurantes, como la “fritanguería”, en donde la cerveza se encontraba barata; auspiciaba también escenarios en los que la charla, la comida y hasta la juerga, encontraban el camino para asimilar pareceres y compartir experiencias.

Ya en tercer semestre, Javier hacía parte de un grupo de lectura.Fahrenheit 451 sería el primer libro que leería y que lo marcaría de ahí en adelante. “Me dejó sin aliento, como si alguien escribiera algo que estabas pensando sin saberlo. Una maravillosa sensación de familiaridad me une con la obra de Bradbury desde entonces. Hacía ver lo poco humano que resulta el ser humano cuando se aleja del arte”, recuerda Osuna. Su lectura lo llevaría a aconsejar a Mauricio a leerlo y permitiría que la obra fuera acoplada a un trabajo de diseño gráfico que fue el detonante para crear una revista de énfasis literario con el mismo nombre, Fahrenheit 451.

La revista vio la luz en 2006. Inicialmente era independiente, patrocinada, creada y distribuida por la acción de siete jóvenes que juntaron sus esfuerzos y escasos recursos, para dar una probada de lo que la superación y la determinación juntas, pueden hacer.

“Fue tiempo después, mientras estábamos en una clase de Desarrollo Social, que trabajando con pelados de grado décimo y once en un colegio de Bosa, decidimos montar una fundación en 2007 con el nombre de ese libro que tanto nos había gustado”, responde Mauricio haciendo memoria sobre los orígenes de la fundación.

Actualmente, Fahrenheit es dirigida por tres de las siete personas con las que comenzó, Javier, como representante legal y director, así como también Mauricio y Sergio que hacen parte su junta directiva y que además, son los encargados de liderar los proyectos que allí se plantean.


Uno de los proyectos más ambiciosos que en la fundación se desarrollan es Historias en Yo Mayor, un concurso de cuento a nivel nacional para personas de la tercera edad. Así como también El Despertar que trabaja brindando talleres de cuento y poesía a personas con discapacidad cognitiva, y, por último, pero no por ello menos importante, el Festival de Literatura de Bogotá, que actualmente se encuentra en su octava versión. Adicional a ello, el 27 de noviembre de este año será el estreno del libroLes di la mano y se tomaron la piel que junta en sí, una recopilación de historias de niños y jóvenes excombatientes que crecieron en el marco de la violencia en Colombia.


El fuego


Todo estaba quemado cuando abrió la puerta de su apartamento. Los computadores estaban derretidos y la investigación sobre los hornos crematorios del Norte de Santander se encontraba deshecha; tendría que ser reconstruida para nacer como el ave fénix entre las cenizas y posteriormente publicada en su libro Me hablarás del fuego, publicación que recibió mención especial en el marco de los Premios Simón Bollivar de Periodismo 2017.

Pero en la historia de la vida de Javier, el fuego siempre ha tenido un papel protagónico. Desde su terquedad, que como un incendio se opone a ser apagada y continúa emitiendo llamas, hasta su encuentro con la obra de Bradbury en la universidad, que lo llevaría a desarrollar sus destrezas en la vida profesional.

Luego de encontrar una memoria USB que creía extraviada en un viaje a Caquetá, y realizando por segunda vez la investigación, continuó con su libro. Por fin la había recuperado, como los personajes de Fahrenheit, que memorizan los libros que queman los bomberos para no dejar morir la literatura.

La experiencia trajo consigo la recompensa más gratificante: dar rostro a estas personas que se quedan catalogadas dentro el término de víctimas invisibles ante los ojos de una sociedad inclemente. Una investigación ardua, que a pesar de sus contrariedades, da cuenta de la pasión, pasión que no se amilana, pasión impresa en cada una de las representaciones de este Javier.

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