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La educación superior no escuha


Ser sordo es como hablar otro idioma, no es un impedimento para estudiar y continuar una vida corriente. Por eso, algunas instituciones de educación superior se han comenzado a adaptar a esta comunidad. Sin embargo, aunque los esfuerzos son considerables, todavía queda mucho trabajo por hacer.


Ser sordo en Colombia no es fácil. Tratar de entender lo que las personas están diciendo, hablar otro idioma, ser excluido en la sociedad y soportar la intolerancia no es sencillo. Ser parte de un proceso de aprendizaje en una universidad es aún más complicado, pero no imposible. La preocupación y frustración de no tener los medios para poder pagar un intérprete, con el cual sea posible una comunicación correcta con los otros y así aprender en medio del sistema de la educación superior, es otro obstáculo que se le presenta a la persona con discapacidad auditiva. Derribar las barreras educativas implica un trabajo social y académico para que así la inclusión responda a las necesidades que tiene la cultura sorda y la involucre dentro de la sociedad.


Por eso, se han empezado a implementar proyectos de inclusión para personas con discapacidad auditiva, sin embargo, son pocos los estudiantes sordos que han ingresado a la educación superior ya sea porque no tienen recursos económicos o porque las mismas universidades no los aceptan.


Según el Instituto Nacional para Sordos (INSOR) el 1,03% de la población colombiana es sordomuda. En Bogotá hay aproximadamente 30.094 personas sordas, las cuales han empezado sus estudios en la educación básica y media en institutos especiales. No obstante, fue hasta el 2013 que se empezó a evaluar a los estudiantes con limitación auditiva a través de las pruebas Saber 11° con el fin de brindarles las mismas oportunidades que los demás y permitirles la continuidad académica en la educación superior. No obstante, son muy pocos los que hacen la prueba ya que en el 2015 solo 420 personas en Colombia la hicieron y en el 2016 se presentaron 491.


Por otro lado, aquellas personas sordas que presentan la prueba saber y acceden a una universidad, se encuentran con que las universidades no están preparadas ni capacitadas para cubrir sus necesidades académicas. Tal como menciona Magaly Rodríguez Herrera, docente de La Corporación Universitaria Minuto de Dios que realiza un semillero de investigación en relación con el lenguaje de señas. “Cuando las personas con discapacidad auditiva llegan a la universidad, se encuentran con que las universidades no están preparadas para ofrecerles las medidas educativas que necesitan. Los profesores no conocen lo que es la cultura sorda, no entienden bien la discapacidad y no hay lineamientos claros. A nivel de pre-grado se está empezando a trabajar, pero hay muchas deficiencias y este problema es más complejo a nivel de posgrado. Esto hace que las comunidades sordas sigan cerradas y permanezcan así”, cuenta Rodríguez. Este problema se evidencia en otras universidades. Por ejemplo, en la Universidad Central aún no se ha realizado un censo de la comunidad, así lo asegura Geovanna Cisneros, trabajadora social de la universidad cuando sostiene que “lastimosamente aún no se ha realizado un registro exacto de los estudiantes que tienen ese problema. Ellos podrían acceder a becas, las cuales recientemente estamos tramitando desde el año pasado". También asegura que la preparación de los docentes para atender estos casos no se ha realizado al 100%.


En la universidad más grande del país, la Universidad Nacional, solo hay dos estudiantes sordos entre 68 mil estudiantes, pero se les ofrece el servicio de interpretación. Luisa Parada, psicóloga de la institución, menciona que no existe ninguna restricción que niegue el ingreso de alguna persona con discapacidad, siempre y cuando los estudiantes asuman la responsabilidad de que poseen todas las capacidades necesarias para llevar a cabo un buen proceso académico. “La persona debe saber si tiene las potencialidades que se requieren para la carrera. Se tiene el observatorio de inclusión que ofrece ayudas como un intérprete si lo necesita y Bienestar universitario tiene un comité de inclusión conformado con un equipo interdisciplinario donde se les hace el acompañamiento y seguimiento académico.” Otras universidades como la Universidad Militar Nueva Granada no aceptan personas sordas, solo admiten estudiantes con un nivel bajo de discapacidad auditiva, porque se cree que esto podría afectar el proceso académico del resto de estudiantes.


Según Nancy Castiblanco, intérprete de un estudiante sordo, las únicas universidades donde se ofrece el servicio de interpretación, es la Universidad Pedagógica, La Iberoamericana, y La Universidad Sergio Arboleda, que hace poco oficializó un convenio con INSOR, el cual permitirá a las personas en condición de discapacidad auditiva accedan a programas académicos a nivel de posgrado y maestría. Estas universidades, además de la UNIMINUTO y la ECCI, luchan para ser más incluyentes. En la Pedagógica, los sordos reciben un semestre 'cero' de inducción a la vida universitaria y durante toda la carrera refuerzan la lengua de señas colombiana y el español escrito. Ya han logrado cupos en 11 licenciaturas, y cuentan con 24 intérpretes. La Universidad Sergio Arboleda y la Corporación Universitaria Minuto de Dios iniciaron jornadas de asesoría y asistencia técnica con INSOR en el mes de febrero, para que se haga una inclusión en la Educación Superior con los estudiantes que están matriculados. Por último, la Universidad ECCI tiene una especialidad educativa para sordos ya que, desde hace cuatro años adaptaron programas de educación superior de acuerdo con sus necesidades. Desde el 2015 hasta el día de hoy la universidad cuenta con más de 70 estudiantes sordos lo que la convierte en la institución educativa del país con mayor población sorda.


No obstante, la comunidad sorda sigue siendo objeto de rechazo social. Como cuenta Lorena, una estudiante de la UNIMINUTO, quien asegura que ingresar a la educación superior termina siendo un choque porque nadie conoce el lenguaje de señas. “Soy de una comunidad que se desarrolla entre sordos. Desde que estás en el colegio los sordos están juntos y cuando entras a un lugar donde nadie habla en señas excepto el traductor, se genera un sentimiento de soledad porque todo es diferente. A nosotros se nos enseña a usar gestos y expresiones donde predominan los caracteres dinámicos, mientras que en la universidad los procesos de aprendizaje se basan en la oralidad y en la escritura, algo que dificulta mucho nuestro proceso académico”, cuenta en lengua de señas. Su intérprete, Laura Cárdenas, complementa el punto de vista de Lorena diciendo que “La lengua de señas es una lengua muy sencilla, solo se manejan los verbos, el sujeto y los lugares porque es una lengua más visual. Pero muy poca gente que se interesa por aprender el lenguaje de señas. Además, existe un problema de exclusión al ver a alguien haciendo señas. Muchas veces ignoraban a Lorena, se iban o la miraban como un bicho raro. Lastimosamente estamos en un país que es muy excluyente”, cuenta Cárdenas.


Y es que para que se haga el proceso de aprendizaje en una universidad, se debe acompañar a la persona con un intérprete. Fernanda Gómez, encargada del proceso de inclusión en la UNIMINUTO lo confirma cuando asegura que “en los procesos de aprendizaje existe una interacción mayor porque se necesita de un mediador que es el intérprete o que el docente tenga conocimiento de la lengua de señas”. Agrega también que el español es una lengua que se les dificulta y, por ende, los sordos dependen de sus traductores. “Escribir y leer es difícil porque ellos no tienen el español como lengua materna, y por lo tanto deben pedir un auxilio académico; que les ayuden con sus trabajos. Sin embargo, las universidades no ofrecen esos recursos”, dice Gómez.


Mario Santacruz, quien cuenta con esta discapacidad, dice que hay universidades que no se preocupan por la formación académica que llevan desarrollando los estudiantes sordos o por el servicio de interpretación que tienen. “No se ofrece el servicio de interpretación a los estudiantes con discapacidad auditiva, solo les interesa que se pague el semestre y no se ponen en el lugar de nosotros, que tenemos que pagar el periodo académico y un gastar el dinero que cuesta un intérprete”.


Por lo tanto, se deben implementar medidas y lineamientos claros que refuercen el tema de la inclusión por parte de todas las universidades, y más aún cuando la Ley General de Educación Colombiana (Ley 115/94) lo decreta asegurando que “las personas con limitaciones o capacidades excepcionales” deben ser integradas al servicio educativo, ya sea en el sector público o privado. Asimismo, la ley 324/96 crea normas a favor de la población sorda y establece que se ofrecerá el apoyo técnico-pedagógico requerido en la educación formal y no formal, para la integración de los estudiantes sordos en igualdad de condiciones realizando las previsiones necesarias como el servicio de interpretación y otorgando recursos que atiendan sus necesidades comunicativas a través de equipos técnicos y tecnológicos especializados (Ley 2369/97). Pero aunque en la letra todo parece posible, los hechos dicen lo contrario, el apoyo es mínimo e incluso la sociedad se tapa los oídos.


Por eso, para contrarrestarlo, es indispensable tener un interés sobre la situación por la que tienen que pasar día a día los sordos, y cuestionar la exclusión social cuando tener una discapacidad no hace a esta comunidad seres humanos diferentes. A la educación superior le hace falta más inclusión hacia las personas con discapacidad auditiva ya que todavía se restringe la participación de ellos en ciertos tipos de actividades que son fundamentales para su desarrollo como personas y estudiantes. Al permitirles el ingreso a las universidades, se forma una sociedad con más ganas de aprender y lograr las metas propuestas, con un sistema que abra sus oídos para escuchar a los que no pueden hacerlo.

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